martes, 6 de noviembre de 2012

Vetada por La Verdad. Una historia real

    Verano de 1975. Una joven madre prepara la merienda de sus dos hijos de 10 y 5 años. Suena el timbre y entre gritos de “mamá no me gusta el bocadillo” y “queremos ver Barrio Sésamo”, abre la puerta. Dos hombres vestidos de forma impecable le sonríen mientras sostienen unos folletos que hablan sobre el fin del mundo. No es la primera vez que le visitan y siempre a la misma hora. Ese día está igual de liada que siempre pero por razones que a estas alturas siguen sin tener explicación, les deja pasar. Son Testigos de Jehová y su carta de presentación es todo un clásico: “El Armagedón está próximo”. 
    
    El respaldo de esa expresión está en la Biblia, pero ahí, en la segunda de Pedro, capítulo 3, versículos del 10 al 13, podemos leer “Más el día del Señor vendrá como ladrón en la noche, en el cual los cielos pasarán con gran estruendo y los elementos ardiendo serán deshechos y la tierra y las obras que están en ella serán quemadas”. El ladrón no manda circulares a sus víctimas para saber cuándo viene, es una incógnita, por eso también es otra incógnita mucho más grande saber por qué llevan desde el origen de su comunidad anunciando que el fin del mundo está a la vuelta de la esquina.
    La niña protagonista de nuestra historia (S.A.R) no volvió a ver la programación infantil, porque a partir de ese día, comenzó junto a su hermano, un estudio de los Textos Sagrados con el libro infantil Mi Libro de Historias Bíblicas”,  lleno de coloridas ilustraciones. Según relata, le llamaba mucho la atención la manera en la que eran abordados los textos por estos señores: “Me hacían sentir especial y eso me generaba un sentimiento de complacencia hacia Dios”. Se tomó con tanto interés el estudio bíblico, que a los doce años ya se había bautizado y salía a predicar con otros Hermanos de la Congregación.
    S.A.R crece y cumple 15 años, una edad en la que la mayoría de los adolescentes se cuestiona el mundo que les rodea y se hacen rebeldes, filósofos o abanderados de causas perdidas. Ella retoma antiguas amistades en el instituto, comienzan las pandillas, las salidas... y las amonestaciones por parte de algunos miembros de la Congregación, aludiendo que esos jóvenes no son buenas compañías.
    Sus progenitores se separan poco tiempo después  y ella quiere seguir viendo a su padre, pero algunos Hermanos le aconsejan que no lo haga, porque sería estar de acuerdo con el adulterio. Entonces ya no pudo más y explotó. Por encima de todo es su padre y la joven sólo entiende de sentimientos, por lo que le dice a su madre que no quiere saber nada más de los Testigos de Jehová.
    A raíz de aquella decisión, comienza a recibir casi a diario la visita de dos Testigos para interesarse por la evolución de sus pensamientos. Su madre al principio le presionaba pero con el tiempo, se dio cuenta de que no había nada que hacer.
    Finalmente, los Hermanos, al ver que era imposible hacerle cambiar de rumbo, le proponen que redacte ella misma un documento en el que declare no querer saber nada de los Testigos de Jehová; palabras impresas que utilizarían después como arma arrojadiza, dificultando la unión familiar.
    En casa, la tensión post-renuncia que reinaba en el ambiente se fue disipando hasta llegar a una convivencia normal. Su madre y su hermano respetaban su decisión y ella estrenaba libertad y la disfrutaba más que cualquier chica de su edad. La calada a su primer cigarro, el sabor de su primer cubata y esa sensación de estar libre, sin ataduras de ningún tipo. Hay experiencias que se necesitan vivir- dice con absoluta convicción.
    Pasa el tiempo y la relación con su hermano mejora considerablemente cuando S.A.R se va del hogar familiar a formar el suyo propio pero antes, hay que pasar un mal trago: su boda. Imaginemos el momento en el que ella le dice a su madre con cierto reparo, que quiere casarse por la Iglesia. Si quitamos el sonido a la escena, podríamos pensar que a su madre le están comunicando el fallecimiento de alguien muy cercano a la familia, porque la expresión de su cara no revela otra cosa.
    Su madre y su hermano deciden no asistir. S.A.R queda destrozada, pero la ilusión por los preparativos de su boda le da la fuerza necesaria para desear que cambien de parecer en el último momento.
    Llega el día de su boda. Nervios, ilusión y tristeza se mezclan por igual en su estómago. Comienza la caminata por el pasillo del templo, está sonriente pero sus ojos no acompañan al gesto de su boca, buscan entre la gente a su madre y a su hermano. No están, pero no pierde la compostura a pesar de que su tristeza aumenta por momentos. Pronuncia por fin el “sí, quiero” arropada por los amigos y familiares. Finaliza la ceremonia y comienza la sesión de fotos con el altar de fondo. Aunque está un poco deslumbrada por los flashes, distingue al final de la fila de bancos a dos siluetas que le resultan familiares. Por fin logra verlos; son su madre y su hermano. No sabe cuánto tiempo llevan allí y presa de una tremenda emoción da un grito que hace temblar las vidrieras de la catedral. El día no ha terminado, pero para ella ya es perfecto.
                                                                                            
    No pasa mucho tiempo y otra bomba de relojería se pone en marcha cuando es su hermano el que anuncia su boda. Ella le gasta bromas sobre el diseño de su traje y la expresión de él cambia por completo. Imagina lo que pasa, es más, lo sabe de sobra, pero quizá prefiere imaginárselo porque duele menos, una anestesia provisional para enfrentarse a la realidad; es como el spray que pone el dentista antes de pinchar la encía. A raíz de ello, la relación entre ambos se enfría de forma vertiginosa con el distanciamiento como agravante, ya que él se marcha a vivir fuera.
    Su hermano por fin le dice que ella no puede asistir a su boda y su madre es ahora la que no pierde la esperanza de que las cosas cambien en el último momento, pero no fue así. Su hermano llegó a decirle, quizá empujado por el deseo de evolucionar espiritualmente, que tenía que haber rectificado a tiempo. Desde entonces el contacto entre hermanos apenas existe.

    Para S.A.R son una secta, aunque tiene conocimiento de que otros jóvenes han abandonado la Congregación y no han recibido la misma presión que tuvo ella: No dejan libertad a una persona para equivocarse.




Chaplin cor 18
Imagen: Luiz Fernando

Qué casualidad, Chaplin pensaba lo mismo, no quería renunciar al placer de equivocarse. Disfrutemos de ello, porque para eso estamos aquí.    

1 comentario:

  1. Es increíble cómo las personas usan el sentimentalismo,para justificar una vida egoísta sin temor a Jehová.la Biblia deja bien claro que Jehová está por encima de cualquier familiar y mas cuando es una persona ingrata que no valora lo que aprendio.

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